Soy
de esos que se quedan pasmados la primera vez que visitan Nueva York. Luego, en
posteriores viajes, va descendiendo ligeramente la fascinación, sin llegar
nunca a considerarla como algo desechable o reemplazable. Su potencia se
queda en nuestro interior, apasionándonos cuando comentamos algo que la
concierna, algo que nos traiga al recuerdo su inmensa energía.
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